Desde las profundidades sociales de urbes y regiones castigadas por las leyes del mercado y convertidas en deshábitats, van emergiendo las nuevas formas que pelean por vivienda y por un hábitat de dignidad, solidaridad y justicia.
Por Arturo M. Lozza
El hábitat del ser humano tendría que ser el espacio que reúne las condiciones adecuadas en todos los ámbitos, desde los físicos hasta los culturales y sanitarios, para que la especie pueda residir y reproducirse, perpetuando su presencia. Pero desde hace mucho, por efectos del negocio inmobiliario, de las profundas desigualdades e injusticias sociales, por la contaminación que emana de las entrañas del capitalismo, y por tantos otros factores, ese hábitat ideal para la residencia y perpetuación de la especie humana se ha convertido en un deshábitat donde imperan las leyes del mercado y no las de la naturaleza y la solidaridad.
El deshábitat es el mayor escenario de las diferencias de clase. De un lado aparecen rascacielos, latifundios, estancias y lujos del poder dominante, y más allá, en la otra punta, circundando al privilegiado suelo de los dominadores, se desparraman las miserias, hacinamientos, veredas, portones y bajopuentes convertidos en vivienda, hay inmuebles tomados por ocupantes desesperados, conventillos, ranchos de antiguos moradores de los montes arrasados por la mecánica destructora de la soja, construcciones precarias que no soportan los temblores de la tierra, habitáculos que se desploman por el lodo, las lluvias y los ríos desbordados, montones de hijos entre basurales, una minería a cielo abierto que aplana montañas y expande el cianuro por las vertientes…Y entre medios, las habitaciones de comerciantes y profesionales, los barrios de viviendas autoconstruídas o donde reina el negocio inmobiliario, con precios del suelo urbano que son inalcanzables para el trabajador, y con locaciones que exigen más de un salario mínimo para sobrellevarlo.
Los dominadores del desábitat han cambiado el clima, han exterminado bosques, han dañado la capa de ozono, acumulan una deuda climática millonaria porque su proceso de industrialización irracional generó el 75% de los gases que causan el recalentamiento del planeta. Estos son los paisajes del capitalismo, los del deshábitat.
Crecen los vacíos regionales y, por el contrario, se eleva la cantidad de habitantes en las grandes urbes. El 80% de la población latinoamericana vive en ciudades -el doble que en los años cincuenta- y como consecuencia aumenta la vulnerabilidad urbana y habitacional ante eventos y amenazas naturales. En el desábitat latinoamericano el 55% de los pobladores viven su privacidad en casas precarias y la pobreza urbana alcanza al 43% de la población: 18% en situación de indigencia, y 7 de cada 10 empleos son informales. Es cada vez más amplia brecha entre ricos y pobres.
América Latina necesita unas 40 millones de viviendas para cubrir el déficit en este sector, según Ricardo Jordán, representante de la División de Asentamientos Humanos y Desarrollo Sostenible de la CEPAL. Sin embargo –añade- el déficit cualitativo en vivienda "es mucho peor" que el cuantitativo porque 128 millones de personas tienen casa, pero con débil infraestructura y sin servicios básicos ni legalidad en la posesión.
¿Cuál es la situación de Argentina? Según el censo de 2001, una de cada tres familias tiene graves problemas habitacionales, hay 500.000 viviendas irrecuperables, 1.650.000 en condiciones precarias, 900.000 familias que viven en condiciones de hacinamiento. Los conventillos en La Boca, San Telmo, Constitución, Barracas y otras zonas de la ciudad de Buenos Aires son un botón de muestra.
Si hace unas décadas no tener la casa propia en condiciones dignas de habitabilidad era un problema privativo de los sectores populares bajos, hoy afecta también a los sectores medios que ven dificultado su acceso a las viviendas alquiladas y al crédito, áreas hegemonizadas por un mercado inmobiliario orientado a las capas más enriquecidas de la sociedad.
El esquema mercantilista afecta sobre todo a los jóvenes que tanto en el conurbano como en las provincias, ante la falta de viviendas cuando forman una pareja o ya tienen hijos, realizan las tomas de tierras fiscales o de edificios abandonados para convertirlos en asentamientos precarios. En esta pelea por hacer valer derechos humanos, estos ocupantes ejercen el derecho a la ciudad.
Y aquí empecemos a señalar lo maravilloso. Maravilloso es que desde las entrañas sociales de ese deshábitat, emerge la dignidad del hombre que reivindica al hábitat y se expresa en la lucha por conquistar el derecho a la tierra y al suelo para la vivienda digna en la ciudad. Nacen cooperativas y experiencias autogestionarias colectivas; cuando con la crisis los barrios periféricos fueron cementerios de empresas, los obreros ocuparon espacios y crearon el movimiento de fábricas recuperadas; y cuando las mineras empezaron a envenenar el medio ambiente, surgieron las peleas en defensa del hábitat en Esquel, Andalgalá, San Juan, Neuquén y La Rioja que, en esencia, son todas experiencias de tipo socialista y partes del nuevo momento que vive América latina.
Ese momento, en escala mayor, lo acabamos de vivir en Cochabamba este abril, donde las organizaciones sociales, obreras y campesinas, en la Conferencia Mundial Alternativa sobre Cambio Climático que convocó el presidente de Bolivia, Evo Morales, levantaron una frontal propuesta contra el modelo de desarrollo capitalista.
Si, compañero del deshábitat, vivir este momento es algo apasionante, más allá de las pelotudeces que impide tantas veces que nos conozcamos mejor unos a otros. Cuando eso suceda, conquistaremos el hábitat. Sin dudas.
Negocios en la CABA
El macrismo es un gran operador del comercio inmobiliario. En su visión, el suelo es la base de grandes negocios y su práctica respecto de los sin techo es expulsiva. Este accionar se ve en la práctica cuando se decide desalojar a 500 familias que se ubicaron frente a la Villa 21 para destinar el terreno a la Unión Industrial Argentina.
En la ciudad de Buenos Aires, el presupuesto para viviendas pasó de 500 millones a 120: alcanza sólo para financiar al personal de planta del área. La opción es seguir mandando a la gente a hoteles e inquilinatos miserables por unos meses, y después a la calle.
Se asiste al vaciamiento presupuestario del Instituto de la Vivienda; al vaciamiento de la Ley 341 que había probado un grado de eficacia y de participación en la toma de decisiones en torno a la situación de vivienda de la Ciudad.
Hoy tenemos 150.000 familias en la CABA que ocupan edificios abandonados. El universo crítico es de 600.000 personas que viven en ocupaciones, en villas miserias y en inquilinatos. Otras miles de familias de sectores medios están afectados por la valorización del suelo urbano y la inaccesibilidad al costo de las locaciones. Es la consecuencia de la ley de mercado.
Según el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) y de datos oficiales fragmentarios, se han estado desalojando un mínimo de 5 mil familias por año (2007, 2008, 2009), son por lo menos 15.000 familias en tres años, toda una sangría social, han sido expulsados al segundo o tercer cordón del Gran Buenos Aires o a sus provincias de origen. No hay nada en contra de vivir en esos lugares, son familias que han sido expulsadas de su lugar natural, cosa que es uno de los reclamos básicos de la pelea por los derechos a la vivienda, que es la posibilidad de vivir en el lugar donde uno tiene construidos sus vínculos familiares, sociales, donde los pibes que van al colegio, donde está el comedor que los asiste, donde está la red que lo contiene.
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No solo del techo vivimos
Reportaje a Nestor Jeifetz, titular del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI)
-¿Cómo encarar la pelea por la vivienda?
- Como el hábitat implica una noción de integralidad, nosotros no planteamos políticas techistas, aunque luchamos por el techo, sino que hablamos de políticas de hábitat. Y la pelea por la vivienda, es parte de ella, arranca desde una noción colectiva, y si no es colectiva no arranca desde ningún lado. Aquellas medidas que encuadran desde la lógica de la acumulación de capital, pasaron las décadas, y no han aportado soluciones integrales. Porque la problemática popular es así solo una excusa para la ganancia empresarial. Cuando planteamos el tema autogestionario es, entre otras cosas, plantear que nuestro pueblo tiene las capacidades de sobra para materializar el hábitat en el marco de contenidos de trasformación. Puerto Madero lo construyó nuestra gente con la intervención de un Estado que le regaló y que sigue subsidiando estructuralmente una herramienta estratégica como es el suelo urbano. Puerto Madero se hizo sobre la base de transferir al capital inmobiliario concentrado el suelo de mayor centralidad que, supuestamente, es patrimonio de todo el pueblo. El que produce Puerto Madero, sin embargo, es el que vive en la 31, en los hoteles o en inquilinatos o edificios ocupados. Esas son las fuerzas del trabajo explotadas por el capital inmobiliario con la complicidad del Estado. Y Puerto Madero, que lo levantaron los pobres con su fuerza laboral, ha sido destinado a los ricos. Cuando peleamos por la vivienda, jamás dejamos de señalar esta injusticia social.
-El MOI propone la autogestión colectiva. ¿Cual es el concepto de autogestión?
-Estamos planteando ante la Legislatura la creación de un marco autogestiónario de hábitat. Veamos: por un lado hay producción empresarial, por otro lado hay o tendría que haber producción estatal y que los trabajadores de la construcción se trasformen en empresa de construcción del Estado como fue Vialidad, donde la lógica no sea la ganancia; y en los términos de producción social de hábitat hay dos líneas, una es la línea espontánea de la autoconstrucción -que sigue siendo eje de construcción de pedazos de ciudad en toda Latinoamérica-, y la otra línea que es la autogestión, Cuando decimos autogestión no hablamos de espontaneidad, sino de recursos en manos del pueblo organizado, que definen las organizaciones populares, que generan nuevas relaciones sociales de producción. La autogestión no es ni autismo, ni autoconstrucción, debe ser una política de Estado que trasfiere recursos financieros o físicos a las organizaciones populares. Así como se ha dado al capital inmobiliario concentrado los terrenos de Puerto Madero, debería entregar suelos e inmuebles a las organizaciones sociales para, a partir de allí producir el hábitat, que no solo es el techo de la privacidad, sino lo que hace a toda la vida cotidiana social. No hay hábitat sin ámbitos públicos, sin educación, salud, recreación. Hábitat es la integralidad de la vida cotidiana de la población.
-Con la autogestión colectiva están planteando un cambio de fondo…
-… es que el tema autogestionario implica un proceso de trasformación de la lógica del Estado y, para nosotros, está absolutamente inserto en un horizonte de construcción socialista. Empresas de trabajadores del Estado y empresas cooperativas populares son dos ejes básicos de la construcción de una sociedad en manos del pueblo y no del capital concentrado. La autogestión es una lucha por el manejo de recursos, para que nuestra gente sea parte de todo el proceso desde la decisión hasta la puesta final. Es la lucha por el derecho a la ciudad. Precisamente,
el MOI nace del fenómeno de ocupaciones de edificios. Así como existe la ocupación de la tierra, también existen miles de familias que han decidido ocupar espacios de urbe, es el derecho a vivir en la ciudad.
-Acabas de llegar de una reunión internacional de movimientos sociales, ¿de qué se trata?
-Retornamos de una reunión de movimientos sociales en la perspectiva del ALBA y lo que acordamos es avanzar para marzo próximo a una plataforma común de movimientos sociales sobre la base de una construcción anticapitalista, antiimperialista y con un horizonte socialista. Esa perspectiva incorpora la vida urbana junto con el derecho a la tierra, Esa plataforma continental tiene que tener como componentes básicos la vía campesina por el derecho a la tierra, la vía urbana por el derecho a la ciudad, y la lucha del movimiento obrero por sus derechos. Hay en América latina una etapa de trasformación que en muchos casos está pasando la faz del progresismo. Fuimos capaces de construir un escenario de enorme cantidad de experiencias autogestionarias que están marcando un rumbo estratégico, como los movimientos de fábricas recuperadas, como el movimiento de bachilleratos populares que nacieron junto al movimiento de fábricas recuperadas impulsados en una noción de integralidad del hábitat, tenemos cooperativas que se han dado a la tarea de tomar al hábitat en sus manos y no ser meros intermediarios de las empresas privadas. Todo esto marca nuevos momentos y tenemos que afianzar y profundizar este proceso.
A.M.L
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