miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Qué nos viene a decir, señor Brufau?



Por Arturo M. Lozza

El máximo titular de Repsol, Antonio Brufau, se informó del discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner del 25 de enero y, sospechando que esas palabras podrían ser el preludio de alguna medida de fondo en dirección a restituir a los argentinos el manejo de sus hidrocarburos, se apresuró a tomar el avión y ya está en Argentina. Preparó un libreto de promesas y pidió una audiencia en la Casa Rosada.

¿Qué viene a decirnos el señor Brufau? ¿Algo nuevo? ¿Quizá alguna propuesta “generosa” luego de habernos esquilmado petróleo y gas, luego de cosechar las más fantásticas ganancias en los últimos años y después de girarlas al exterior en un típico vaciamiento que se le ha venido permitiendo año a año desde que YPF le fue vendida por el menemismo?

Repsol no ha invertido en extracción, ni se interesó en producir más, importó combustible pese a que el territorio guarda enormes reservas, e importó de tal manera e impunemente a tal extremo de poner en peligro el saldo a favor del total del comercio exterior de nuestro país.

En fin, Repsol produce cada vez menos y solo se dedica a acumular dividendos que van al exterior.

¿Qúé nos viene a decir, ahora, señor Brifau? ¿Dirá que devolverá lo saqueado “legalmente”?

La presidenta, en aquel discurso, reveló cifras que irritan, que deberían culminar en medidas concretas tendientes a que el Estado vuelva a tener el control de esas fuentes de riquezas.

¿Cómo se ha permitido a Repsol tamaña importación de hidrocarburos y el envío al exterior de millones de dólares en estos últimos años?

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, el gobierno vio con buenos ojos que el grupo Petersen (familia Eskenazi) comprará acciones de YPF. Era una manera de ir “argentinizando” a la empresa, partiendo de un concepto teórico enmarcado en el desarrollo de un “capitalismo nacional”. ¿Y qué ocurrió?

El Grupo Petersen ingresó en YPF en febrero de 2008. Compró el 14,9 por ciento de las acciones de la petrolera, y en 2011 totalizó algo más del 26 por ciento. En esos tres años YPF distribuyó ganancias ordinarias y acumuladas por 18.628 millones de pesos, según los balances presentados en la Bolsa y divulgados por Página 12. En tanto, entre diciembre de 2007 y el mismo mes de 2010, la baja en las reservas petroleras fueron de 15 por ciento en crudo y 32 por ciento en gas, tendencia que continuó en 2011. Las importaciones de combustibles, por falta de inversión de YPF, subieron abruptamente, y tanto las utilidades del Grupo Petersen como las de Repsol, se fueron del país.

Obviamente, los Eskenazi, fieles exponentes del capital concentrado, prefirieron la ganancia –y asegurarla en el exterior- antes que impulsar el desarrollo nacional, como se habría prometido y como se confió en la más alta autoridad política.

Frente a estos datos de una cruda realidad, donde además de las durísimas leyes del capitalismo quedaron a la vista traiciones, falsas promesas y avivadas, habrá que darle al señor Antonio Brufau y a la familia Eskenazi respuestas firmes cargadas de soberanía y dignidad.

Es hora, pues, de ponerles límites, pero límites infranqueables y bien lejanos, más allá de nuestras fronteras.

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