Por Arturo M. Lozza Veamos algunas consideraciones para entender el momento que vivimos y su dinámica: Tenemos un gobierno nacional y popular pero en un país con una economía mayormente dominada por el monopolio privado y trasnacional aliado a una oligarquía predominantemente sojera: he aquí la gran contradicción que genera inevitables tensiones. La resultante de tal contradicción –como suelen decir algunos manuales y conclusiones de no pocos talleres de debate- podrá ir a favor de uno u otro, y eso dependerá de una relación o acumulación de fuerzas. O se imponen las fórmulas de mercado, la de la ganancia monopólica por encima de cualquier otra consideración, o logramos inclinar la balanza a nuestro favor y profundizar un proceso liberador y de cambio. En estos últimos tiempos, posteriores a las elecciones de octubre, estamos atravesando en sus distintas variantes esta pugna de intereses opuestos, intereses –por otra parte- imposibles de enmarcarlos en una convivencia estable porque esencialmente una y otra van en direcciones diferentes. Pretender que por “buena voluntad” o por un “acuerdo social”, o por solidaridad el capital concentrado cambie de concepción, ya se ha visto no solo aquí sino en la experiencia mundial, es una misión imposible. Jamás el capitalismo abandonará lo que está en sus entrañas, lo que es su “razón de ser”: la voracidad, su egoísmo, el poder aniquilatorio de la ganancia por encima de los valores humanos y de la naturaleza. Podrá buscar vericuetos más “inteligentes” para imponerse, pero no se puede esperar que abandone principios que hacen a su esencia. Principios que para llevarlos adelante cuenta con herramientas tan múltiples que jamás la historia ha registrado tal multifacético arsenal de elementos que hacen a la dominación económica, militar y cultural, desde la monopolización de la información, pasando por las presiones, chantajes, coimas, complicidades políticas y judiciales, instrumentos diplomáticos y financieros, hasta la más directa que es la fuerza armada. En Argentina ha triunfado Cristina Fernández de Kirchner con el 54% de los votos, sin embargo, ese monopolio trasnacional –y también una burguesía nacional enriquecida- se ha lanzado en diciembre a un operativo voraz de fuga de capitales y de ataque monetario buscando devaluar la moneda, vaciar las arcas del Banco Central y tratar de que Argentina vuelva a la política de supeditación y endeudamiento con el FMI. Como respuesta, hubo que ordenar a petroleras, mineras y compañías aseguradoras que efectúan su liquidación de divisas en el país. Ese capítulo ha sido parte de la lucha que comentamos y, merced a medidas que fortalecen al Estado, el gobierno ha logrado por el momento frenar la maniobra. Tuvimos también el negociado de las trasnacionales petroleras que imponen precios mayores a los combustibles que se venden a empresas de trasporte que subsidia el Estado. La maniobra ha sido denunciada por la propia presidenta, por el ministro De Vido y el vicepresidente Boudou, quienes acaban de señalar que el gobierno no permitirá este tipo de maniobras. Por su lado, Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno porteño, exponente de ese clan político defensor del monopolio trasnacional y de los negocios inmobiliarios, clausura laboratorios públicos para favorecer a la industria farmacéutica privada y extranjera. Paralelamente, aquellos que monopolizan la industria automotriz asentada en Argentina, privilegian la importación de partes desde sus socias en el exterior, antes que contribuir al fortalecimiento de la industria nacional. Es decir, últimamente la voracidad intrínseca de esos capitales y sus maniobras lo vemos a diario, en esta o en otra actividad, en las finanzas, en la industria o los servicios, siempre acompañada por acciones de prensa desinformativas tendientes a minar en la conciencia del pueblo. Somos testigos activos en una Nación que es dependiente en muchos aspectos, pero que también vive momentos de confrontación con esos monopolios. En este, nuestro mundo, que es parte de esta América latina de la CELAC y la UNASUR cuya integración juega a favor de los cambios, el capital foráneo no deja de enviar ganancias –legal e ilegalmente- a sus matrices: es la manera por la cual estamos pagando la crisis capitalista en los denominados países desarrollados. Pero también hay resistencia y hay medidas que confrontan con las corporaciones y con los intereses dominantes. En muchos casos, no son medidas de fondo, pero van en la dirección correcta. Estamos viviendo otro gobierno, el que ganó en las urnas con el apoyo masivo del 54% de una población que quiere “profundizar el modelo”. En no pocas oportunidades, CFK se ha enfrentado a las corporaciones, no solo por convicciones, que las tiene, sino porque hay compromiso público sobre el cual cimentó su liderazgo. Son factores importantísimos en la relación de fuerzas para confrontar con las multinacionales. Pero no es suficiente: habrá que construir una fuerza más amplia y más afín con los ideales del cambio, habrá que impulsar más el debate de ideas y profundizar medidas para fortalecer al Estado, para evitar que a través de las multinacionales nos trasladen la crisis capitalista, para una mejor distribución de la riqueza, para recuperar lo que está en manos del monopolio trasnacional. Porque si esto no se lleva adelante, será inevitable el retroceso, la pérdida de dinamismo y la “burocratización del modelo”. Ese respaldo amplio del pueblo a CFK es fundamental. Sin ese apoyo no habría manera de enfrentar a las corporaciones. Pero habrá que enfrentarlas, y enfrentarlas con seguridad contando para eso con el pueblo movilizado. En este contexto, la aprobación reciente de la ley antiterrorista –verdadera impostura del imperialismo- juega en contra. Se le ha dado a la derecha una herramienta para la criminalización de la protesta que no han dudado en aplicarla ya, como ocurrió en el caso de los manifestantes antiminería a cielo abierto de Catamarca. Esta ley juega a dos puntas, por un lado va contra segmentos que gritan sus demandas sociales, y por el otro, va también contra el kirchnerismo pues corrompe sus estrategias de acumulación de fuerzas ya que ataca a sectores que, objetivamente, deberían ser y son parte del campo popular. El capital concentrado –como dijimos- no abandona su razón de ser. Y si verdaderamente queremos defender los intereses soberanos de la Argentina , no será conciliando con sus imposiciones: no nos queda otro sendero que el de profundizar las medidas antimonopólicas. La propia dinámica de los acontecimientos, irá marcando el rumbo. Frente a cada paso de las corporaciones, la respuesta tendrá que ser: más Estado, marcar claramente nuestra soberanía en defensa de los recursos naturales, terminar con la ley de entidades financieras de la dictadura, poner en manos de una empresa nacional hidrocarburos y minería… Ya sabemos que no se tarea fácil, pero hoy es posible. Buenos Aires, 31/01/12 |
Datos personales
Etiquetas
martes, 31 de enero de 2012
LA DINAMICA DEL MOMENTO POLITICO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario