miércoles, 15 de febrero de 2012

¿no te tocó el espíritu de Spinetta? Preocupate entonces.




Por Arturo M. Lozza

Verano maldito éste, nos arrancó al “Flaco” Spinetta y se lo llevó por un cáncer de pulmón. Ahora es imposible escribir de él sin un llanto en la crónica, sin las disonancias dolientes en un pentagrama de luto.
Porque se nos fue uno de los escasísimos genios que teníamos, quizás el genio más humano, el que ofreció, pocos meses antes de morir, sus “esquirlas de belleza” como contribución a que esta Argentina sea cada vez más libre.
Si, millones de argentinos pedímos liberación, debatimos la política, y él, abarcándolo todo con música y poesía, estuvo siempre con nosotros, pero nos vino a decir que con eso no basta, que se necesita más humanismo, sentimiento hasta las entrañas, emoción, el amor, la sensibilidad de ver la imagen del niño dormido y la locura de Fermín, para que cante el carozo del “Durazno sangrante” al llegar el alba.
Para el “Flaco” todo eso era “el todo”, y ese todo era el “Pan”, su último disco. Ese pan de poesía nos proponía degustarlo para cambiar nosotros mismos y trocar la estupidez y el formalismo, la hipocresía y la careteada, por más inteligencia, más humanismo, más mirarnos adentro nuestro y abrirnos al prójimo, a la naturaleza, al amor. Ese “Pan”, pues, pasa a convertirse en música y palabra, en revolución a la enésima potencia, revolución con creación, creación que es poesía y política, política que excluye a la politiquería, al cinismo y a la cerrazón sectaria, para hacerla noble y sensible en serio.
Nació en 1950, pero artisticamente irrumpió con el rock. Para sentirlo e interpretarlo pasó por las poesías de Rimbaud y Antonín Artaud con quien dijo “queremos el más allá, acá”, y se propuso el sumum de la solidaridad hasta tal punto que “quiero sentirme en tus sueños”.
Estudió, tuvo hijos y nietos, amó, construyó familia, se recibió de humano, rechazó a los buitres de la prensa corrompida y “parapolicial”, no aceptó condicionamientos de monopolios discográficos, no aceptó las ofertas del mundo del espectáculo y, por fin, llegó a ser él:

Y al fin mi duende nació
tiene orejas blancas
como un soplo de pan y arroz
Y un hongo como nariz
cuatro pelos locos
y un violín que nunca calla
solo se desprende y es igual a las guirnaldas.

(Canción para los días de la vida-Spinetta)

Y desde esa fortaleza poética se puso a crear sin importarle lo que dirán. Le importaba, en cambio, decir lo suyo y lo suyo resultó al fin y al cabo un emblema de millones, un referente, un símbolo de lo distinto.
Si, buscábamos lo distinto porque la sociedad burguesa nos cansaba con sus viejas y consabidas fórmulas.
Esa distinción del “Flaco” la sentimos profundamente en dictadura, una época donde en lugar de botas y de plazas sin flores, nos hizo sentir aún en el dolor que había un oasis.
Cuando “Almendra” de los inicios, de los 70, reapareció con un recital (creo que en 1980), asomaron en las fachadas de Buenos Aires unos afiches, decían: “Almendra se reúne por una generación que falta”. Había además graffitis, prensa clandestina y volantes subterraneos.
El espíritu del “Flaco” rondaba esos sitios, pero él, que había admirado a John Lennon y estudiado en los Wincos con los Beatles, sobresalió como un exquisito de la música, como el gran Debussy del rock, era ya el raveliano impresionista y supersensible que fabricaba acordes admirables, melodías suaves e inspiradas, tiempos y silencios sin concesiones.
Era un tierno exquisito, quizás un diamante, y sin embargo popular. Frente a lo que él llamada “comercio de mierda”, defendía la búsqueda del arte y amaba su lírica. “Hay un montón de gente –explicaba- que ante el avance de tanta estupidez reafirma su intimidad con esta lírica para seguir creyendo en las cosas maravillosas de la vida”.
Por momentos tuvo la influencia de poesías como la de Hamlet Lima Quintana y del “nuevo cancionero”, lo vemos en “Barros tal vez”:

Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro…
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo
canción barro tal vez....

Espontáneamente, por solidaridad nomás, sin que se lo pidieran, se presentaba en los sitios donde latía un sufrimiento o una lucha, y allí, vincha al pelo, definía una conducta que era también parte de su poesía. Así fue que irrumpió en la Carpa docente para apoyar a los maestros en épocas de Menem. Y les habló: “Yo soy un montón, soy ustedes, soy pueblo…”
Y en uno de sus poemas agregaba:

Soy un corazón,
una boca y un espíritu…

Ese espíritu, estimado lector, ¿no te tocó alguna vez, no te marcó? ¿No? Preocupate, entonces.







Spinetta: "soy un corazón, una boca y un espíritu"

miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Qué nos viene a decir, señor Brufau?



Por Arturo M. Lozza

El máximo titular de Repsol, Antonio Brufau, se informó del discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner del 25 de enero y, sospechando que esas palabras podrían ser el preludio de alguna medida de fondo en dirección a restituir a los argentinos el manejo de sus hidrocarburos, se apresuró a tomar el avión y ya está en Argentina. Preparó un libreto de promesas y pidió una audiencia en la Casa Rosada.

¿Qué viene a decirnos el señor Brufau? ¿Algo nuevo? ¿Quizá alguna propuesta “generosa” luego de habernos esquilmado petróleo y gas, luego de cosechar las más fantásticas ganancias en los últimos años y después de girarlas al exterior en un típico vaciamiento que se le ha venido permitiendo año a año desde que YPF le fue vendida por el menemismo?

Repsol no ha invertido en extracción, ni se interesó en producir más, importó combustible pese a que el territorio guarda enormes reservas, e importó de tal manera e impunemente a tal extremo de poner en peligro el saldo a favor del total del comercio exterior de nuestro país.

En fin, Repsol produce cada vez menos y solo se dedica a acumular dividendos que van al exterior.

¿Qúé nos viene a decir, ahora, señor Brifau? ¿Dirá que devolverá lo saqueado “legalmente”?

La presidenta, en aquel discurso, reveló cifras que irritan, que deberían culminar en medidas concretas tendientes a que el Estado vuelva a tener el control de esas fuentes de riquezas.

¿Cómo se ha permitido a Repsol tamaña importación de hidrocarburos y el envío al exterior de millones de dólares en estos últimos años?

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, el gobierno vio con buenos ojos que el grupo Petersen (familia Eskenazi) comprará acciones de YPF. Era una manera de ir “argentinizando” a la empresa, partiendo de un concepto teórico enmarcado en el desarrollo de un “capitalismo nacional”. ¿Y qué ocurrió?

El Grupo Petersen ingresó en YPF en febrero de 2008. Compró el 14,9 por ciento de las acciones de la petrolera, y en 2011 totalizó algo más del 26 por ciento. En esos tres años YPF distribuyó ganancias ordinarias y acumuladas por 18.628 millones de pesos, según los balances presentados en la Bolsa y divulgados por Página 12. En tanto, entre diciembre de 2007 y el mismo mes de 2010, la baja en las reservas petroleras fueron de 15 por ciento en crudo y 32 por ciento en gas, tendencia que continuó en 2011. Las importaciones de combustibles, por falta de inversión de YPF, subieron abruptamente, y tanto las utilidades del Grupo Petersen como las de Repsol, se fueron del país.

Obviamente, los Eskenazi, fieles exponentes del capital concentrado, prefirieron la ganancia –y asegurarla en el exterior- antes que impulsar el desarrollo nacional, como se habría prometido y como se confió en la más alta autoridad política.

Frente a estos datos de una cruda realidad, donde además de las durísimas leyes del capitalismo quedaron a la vista traiciones, falsas promesas y avivadas, habrá que darle al señor Antonio Brufau y a la familia Eskenazi respuestas firmes cargadas de soberanía y dignidad.

Es hora, pues, de ponerles límites, pero límites infranqueables y bien lejanos, más allá de nuestras fronteras.

martes, 31 de enero de 2012

LA DINAMICA DEL MOMENTO POLITICO




Por Arturo M. Lozza
Veamos algunas consideraciones para entender el momento que vivimos y su dinámica:
Tenemos un gobierno nacional y popular pero en un país con una economía mayormente dominada por el monopolio privado y trasnacional aliado a una oligarquía predominantemente sojera: he aquí la gran contradicción que genera inevitables tensiones.
La resultante de tal contradicción –como suelen decir algunos manuales y conclusiones de no pocos talleres de debate- podrá ir a favor de uno u otro, y eso dependerá de una relación o acumulación de fuerzas. O se imponen las fórmulas de mercado, la de la ganancia monopólica por encima de cualquier otra consideración, o logramos inclinar la balanza a nuestro favor y profundizar un proceso liberador y de cambio.
En estos últimos tiempos, posteriores a las elecciones de octubre, estamos atravesando en sus distintas variantes esta pugna de intereses opuestos, intereses –por otra parte- imposibles de enmarcarlos en una convivencia estable porque esencialmente una y otra van en direcciones diferentes.
Pretender que por “buena voluntad” o por un “acuerdo social”, o por solidaridad el capital concentrado cambie de concepción, ya se ha visto no solo aquí sino en la experiencia mundial, es una misión imposible. Jamás el capitalismo abandonará lo que está en sus entrañas, lo que es su “razón de ser”: la voracidad, su egoísmo, el poder aniquilatorio de la ganancia por encima de los valores humanos y de la naturaleza. Podrá buscar vericuetos más “inteligentes” para imponerse, pero no se puede esperar que abandone principios que hacen a su esencia.
Principios que para llevarlos adelante cuenta con herramientas tan múltiples que jamás la historia ha registrado tal multifacético arsenal de elementos que hacen a la dominación económica, militar y cultural, desde la monopolización de la información, pasando por las presiones, chantajes, coimas, complicidades políticas y judiciales, instrumentos diplomáticos y financieros, hasta la más directa que es la fuerza armada.
En Argentina ha triunfado Cristina Fernández de Kirchner con el 54% de los votos, sin embargo, ese monopolio trasnacional –y también una burguesía nacional enriquecida- se ha lanzado en diciembre a un operativo voraz de fuga de capitales y de ataque monetario buscando devaluar la moneda, vaciar las arcas del Banco Central y tratar de que Argentina vuelva a la política de supeditación y endeudamiento con el FMI.
Como respuesta, hubo que ordenar a petroleras, mineras y compañías aseguradoras que efectúan su liquidación de divisas en el país. Ese capítulo ha sido parte de la lucha que comentamos y, merced a medidas que fortalecen al Estado, el gobierno ha logrado por el momento frenar la maniobra.
Tuvimos también el negociado de las trasnacionales petroleras que imponen precios mayores a los combustibles que se venden a empresas de trasporte que subsidia el Estado. La maniobra ha sido denunciada por la propia presidenta, por el ministro De Vido y el vicepresidente Boudou, quienes acaban de señalar que el gobierno no permitirá este tipo de maniobras.
Por su lado, Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno porteño, exponente de ese clan político defensor del monopolio trasnacional y de los negocios inmobiliarios, clausura laboratorios públicos para favorecer a la industria farmacéutica privada y extranjera.
Paralelamente, aquellos que monopolizan la industria automotriz asentada en Argentina, privilegian la importación de partes desde sus socias en el exterior, antes que contribuir al fortalecimiento de la industria nacional.
Es decir, últimamente la voracidad intrínseca de esos capitales y sus maniobras lo vemos a diario, en esta o en otra actividad, en las finanzas, en la industria o los servicios, siempre acompañada por acciones de prensa desinformativas tendientes a minar en la conciencia del pueblo.
Somos testigos activos en una Nación que es dependiente en muchos aspectos, pero que también vive momentos de confrontación con esos monopolios.
En este, nuestro mundo, que es parte de esta América latina de la CELAC y la UNASUR cuya integración juega a favor de los cambios, el capital foráneo no deja de enviar ganancias –legal e ilegalmente- a sus matrices: es la manera por la cual estamos pagando la crisis capitalista en los denominados países desarrollados. Pero también hay resistencia y hay medidas que confrontan con las corporaciones y con los intereses dominantes. En muchos casos, no son medidas de fondo, pero van en la dirección correcta.
Estamos viviendo otro gobierno, el que ganó en las urnas con el apoyo masivo del 54% de una población que quiere “profundizar el modelo”. En no pocas oportunidades, CFK se ha enfrentado a las corporaciones, no solo por convicciones, que las tiene, sino porque hay compromiso público sobre el cual cimentó su liderazgo. Son factores importantísimos en la relación de fuerzas para confrontar con las multinacionales. Pero no es suficiente: habrá que construir una fuerza más amplia y más afín con los ideales del cambio, habrá que impulsar más el debate de ideas y profundizar medidas para fortalecer al Estado, para evitar que a través de las multinacionales nos trasladen la crisis capitalista, para una mejor distribución de la riqueza, para recuperar lo que está en manos del monopolio trasnacional. Porque si esto no se lleva adelante, será inevitable el retroceso, la pérdida de dinamismo y la “burocratización del modelo”.
Ese respaldo amplio del pueblo a CFK es fundamental. Sin ese apoyo no habría manera de enfrentar a las corporaciones. Pero habrá que enfrentarlas, y enfrentarlas con seguridad contando para eso con el pueblo movilizado.
En este contexto, la aprobación reciente de la ley antiterrorista –verdadera impostura del imperialismo- juega en contra. Se le ha dado a la derecha una herramienta para la criminalización de la protesta que no han dudado en aplicarla ya, como ocurrió en el caso de los manifestantes antiminería a cielo abierto de Catamarca.
Esta ley juega a dos puntas, por un lado va contra segmentos que gritan sus demandas sociales, y por el otro, va también contra el kirchnerismo pues corrompe sus estrategias de acumulación de fuerzas ya que ataca a sectores que, objetivamente, deberían ser y son parte del campo popular.
El capital concentrado –como dijimos- no abandona su razón de ser. Y si verdaderamente queremos defender los intereses soberanos de la Argentina , no será conciliando con sus imposiciones: no nos queda otro sendero que el de profundizar las medidas antimonopólicas.
La propia dinámica de los acontecimientos, irá marcando el rumbo. Frente a cada paso de las corporaciones, la respuesta tendrá que ser: más Estado, marcar claramente nuestra soberanía en defensa de los recursos naturales, terminar con la ley de entidades financieras de la dictadura, poner en manos de una empresa nacional hidrocarburos y minería… Ya sabemos que no se tarea fácil, pero hoy es posible.
Buenos Aires, 31/01/12

martes, 26 de octubre de 2010

La derecha y sus perversiones


Por Arturo M. Lozza

Cuando meses atrás comenzaron las denuncias por la designación del hoy procesado comisario Jorge “Fino” Palacios al frente de la Policía Metropolitana, Mauricio Macri pretendió escudarse aduciendo que esa elección la había tomado luego de consultar con la Mossad y la CIA, las dos organizaciones de espionaje y crímenes políticos con más trágica fama del planeta. Casi ningún medio de comunicación le dio mayor relieve a ese reconocimiento del Jefe de Gobierno porteño, pero el hecho era y sigue siendo gravísimo, era reconocer la intervención de esas centrales de inteligencia en la designación de figuras claves del aparato represivo, algo que, por lo menos, es un atentado a nuestra soberanía y una intervención directa en los asuntos del país.
Obvio que la CIA daba el espaldarazo al “Fino” ya que este se había desempeñado anteriormente como jefe de la sección antiterrorista de la Federal, un aparato en constante vinculación con la “inteligencia” de los Estados Unidos.
Lejos de diluirse aquella revelación de Macri, hoy adquiere la misma un mayor andamiaje al verificarse, en el marco de la investigación legislativa sobre escuchas ilegales, las compras directas y secretas por parte del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño de material sofisticado destinado a tareas de espionaje con destino a la Policía Metropolitana, cosa expresamente prohibida tanto en la Constitución Nacional como en la de la Ciudad Autónoma.
Estas pistas no hacen más que revelar un accionar típico de la derecha con ramificaciones en el exterior. Si esta infiltración de hombres de confianza de la CIA y otros services extranjeros estaba perpetrándose en la Policía Metropolitana, ¿acaso no estará ocurriendo desde hace tiempo algo similar en otras fuerzas? ¿Si Macri consultó a la CIA para la designación del “Fino”, cómo, por ejemplo, imaginarse que Menem o De la Rúa hayan hecho algo distinto? ¿No estaremos acaso ante organismos “de seguridad” infiltrados en lugares claves por elementos capaces de ser utilizados por la derecha, por el imperio o los neoliberales vernáculos, con fines de desestabilización y golpe? ¿Qué antecedentes tienen y quiénes son los miembros de la policía que dejaron la zona liberada para que se cometiera el crimen del 20 de octubre?
No hacer este análisis y no investigar al respecto, sería caer en posturas ingenuas que pueden costar carísimo. Que lo diga, si no, el presidente Rafael Correa de Ecuador que debió ahogar recientemente una intentona golpista con epicentro en la policía.
No hay dudas que una serie de medidas tomadas por el gobierno de Cristina Kirchner están elevando la cuota de odio entre grandes empresarios. No olvidemos, además, que para Washington, la Argentina es sitial “inseguro” para inversiones. No le gusta a la derecha y a quienes son funcionales a ella, la Ley de Medios, la liquidación del negociado de las AFJP y el proyecto de distribución de una parte de las ganancias empresarias entre los trabajadores. En este marco es que los ejercicios de desestabilización por parte de la derecha están a la orden del día. Y yo creo que el asesinato de Mariano Ferreyra debemos encuadrarlo en este momento especial.
El crimen ha sido algo premeditado y la patota de José Pedraza ha sido la ejecutora. Por supuesto, hay muchas conclusiones políticas que se pueden hacer, pero no dejemos en segundo plano el encuadre golpista, máxime teniendo en cuanta que la derecha no solo está en el aparto de “seguridad”, no solo es partidaria, no solo tiene el control monopólico de los medios de comunicación, no solo maneja segmentos importantes de la economía y las finanzas, sino que está también profundamente enraizada en el Poder Judicial. Es más, la derecha está presente en algunas dependencias de gobierno, en varias gobernaciones y en el propio Frente para la Victoria. Y está esperando el momento propicio para dar un zarpazo.
Llegar hasta los tuétanos en la investigación del asesinato de Mariano y castigar a los culpables materiales e intelectuales, debería ser parte de una firme determinación por desenmascarar la intentona desestabilizadora de la derecha.

viernes, 3 de septiembre de 2010

PARA NO OLVIDAR!!!



Por estos dias la derecha afila las garras. Los que vivimos los setenta no quisiéramos más violencia. Nos queda la mística, los sueños de un país libre, el romanticismo de pensar en una patria liberada de colmillos vampirescos, propios y ajenos.. Aún creemos que se puede en paz, con justicia, con el gobierno plantándose ante los Magnetto, la ezquizoide Lilita, los asesinos que encubrieron y entregaron a los hijos de madres detenidas y fusiladas sin piedad apenas paridas. Queremos millones de firmas para obligar al Congreso a tratar la Ley de Entidades Financieras, proyecto de Carlos Heller. Queremos un gobierno que se ocupe del sector ambiental y que no permita que se venda un centímetro más de tierra a ningún gringo. No quisiéramos, al menos yo, no quiero años de sangre y fuego. Pero si quiero desprenderme de tanta lacra oligarca, enfermitos de poder, enfermitos de soja, enfermitos de liberar impuestos para sus arcas, enfermitos de tantos males que huelen igual que el volcán semi apagado Stromboli en Sicilia: a azufre. Porque asi están, todos creemos que están inactivos y un día te vomitan lava y te hacen mierda los sueños. Y por favor, basta de pelotudeces y divisiones "..los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afura..." (Te banco Fierrito) Marta MoralesPD: eso si, que no entren traidores, coimeros, arribistas, mal paridos, explotadores, destructores de proyectos para la libertad de expresión y sobre todo para la expresión de los marginales, en fin, yo no quiero hijos de puta cerca.


Buscando recordar el 22 de agosto de 1972 encontré estas líneas en un viejo periódico de Bolívar. Qué loco, no? Bolívar, los pagos de Tinelli... sin palabras.La nota está buena y vale la pena leerla.


El día que la "patria" parió el Terrorismo de Estado"


Alejandro Ulla, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti, Pedro Bonet, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas, Susana Lesgart, Carlos Astudillo y Alfredo Khon no son nombres cualquiera. No son un grupo más de personas. Son las primeras víctimas del terrorismo de Estado, las víctimas inaugurales de una modalidad que luego se replicaría hasta el hartazgo, cada vez más cruenta, cada vez más siniestra.Los dieciséis eran integrantes de las distintas organizaciones civiles armadas -de izquierda y peronistas- que operaban en territorio argentino en 1972: el ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo; las FAR, Fuerzas Armadas Revolucionarias, y Montoneros. Junto a otros tres compañeros más fueron los infaustos protagonistas de la conocida 'Masacre de Trelew', perpetrada el 22 de agosto de aquel año en la base aeronaval Almirante Zar, una dependencia de la Armada Argentina próxima a la ciudad de Trelew, provincia del Chubut.Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar fueron los únicos sobrevivientes de los fusilamientos de aquella madrugada. Su militancia en las FAR (los dos primeros) y Montoneros (el último) signaría su destino años después: Camps desapareció en 1977, Berger en 1979 y Haidar en 1982.La tarde del 15 de agosto se había iniciado un masivo intento de fuga de la cárcel de Rawson, ciudad capital de Chubut. 110 reclusos, miembros de las organizaciones armadas (ERP, FAR y Montoneros), pensaban escaparse y refugiarse en Chile. Pero sólo seis de ellos lograron el propósito.Mario Roberto Santucho, líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores, uno de los planificadores y jefes del 'operativo'; Marcos Osatinsky, de las FAR, el otro ideólogo; Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna, integrantes del denominado 'comité de fuga', fueron los únicos que pudieron huir. Fueron trasladados hacia el aeropuerto de Trelew en un automóvil Ford Falcon que los esperaba, donde abordaron una aeronave comercial BAC 1-11 de la empresa Austral, previamente secuestrada por un comando guerrillero de apoyo, cuyos integrantes viajaban como pasajeros.Los demás vehículos de transporte que debían esperar al resto de los fugados no se hicieron presentes en la puerta de la cárcel debido a una confusa interpretación de las señales preestablecidas. Un segundo grupo de diecinueve evadidos (los nombrados anteriormente) logró igualmente arribar por sus propios medios en tres taxis al aeropuerto, pero llegaron tarde, cuando ya la aeronave despegaba rumbo al país trasandino, gobernado entonces por el socialista Salvador Allende.Frustrado el plan, estos diecinueve guerrilleros -tras ofrecer una conferencia de prensa donde hicieron pública la situación- depusieron sus armas sin oponer resistencia ante los efectivos militares de la Armada que mantenían rodeada la zona. Al hacerlo solicitaron y recibieron -la promesa de- públicas garantías para sus vidas, lo hicieron en presencia de periodistas y autoridades judiciales.Una patrulla militar bajo las órdenes del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, segundo jefe de la base aeronaval Almirante Zar, condujo a los prisioneros recapturados dentro de una unidad de transporte colectivo hacia dicha dependencia militar. El pedido había sido que los trasladaran de regreso a la cárcel de Rawson, pero el capitán Sosa adujo que el nuevo sitio de reclusión era transitorio ya que dentro del penal continuaba el motín y no estaban dadas las condiciones de seguridad.El contingente de diecinueve prisioneros fue acompañado, como garantes, por el juez Alejandro Godoy, el director del diario Jornada, el subdirector del diario El Chubut, el director de LU17 y el abogado Mario Abel Amaya, los cuáles no pudieron ingresar con ellos, arribados al lugar de detención.Desde el 16 hasta la madrugada del 22 de agosto, los prisioneros fueron sometidos a diferentes malos tratos con el objetivo de hacerlos confesar (cuerpo a tierra, sostener el cuerpo con los dedos apoyados sobre la pared, órdenes militares de echarse a tierra y levantarse, todo esto sin ropas, entre otros). Pasadas las tres de la mañana de ese último día, los despertaron sorpresivamente y los sacaron de sus celdas. Los formaron y obligaron a mirar el piso, práctica ésta que nunca habían implementado en los días anteriores. Mientras así estaban, fueron ametrallados por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Bravo. La mayoría, de acuerdo a testimonios de los tres sobrevivientes, murieron en el acto; otros fueron rematados en el piso.Esa misma noche, en un clima de absoluta hermeticidad y gran tensión, se habían reunido en la Casa de Gobierno los miembros de la Junta de Comandantes en Jefe de las tres fuerzas armadas, colaboradores y ministros. Y no se había brindado ninguna información al respecto a los periodistas que aguardaban noticias. Esto hizo suponer después que los fusilamientos habían devenido tras una orden del gobierno militar de la autoproclamada Revolución Argentina, y no que las muertes de los guerrilleros habían sido consecuencia de un enfrentamiento luego de un nuevo intento de fuga, tal la versión oficial que se dio de los hechos.En líneas generales, la explicación del gobierno mencionaba que al realizar el jefe de turno (capitán Luis Sosa) una recorrida de control en el alojamiento de los presos, mientras éstos se encontraban en un pasillo, fue atacado por la espalda por Mariano Pujadas, quien habría logrado sustraerle su pistola ametralladora. Escudándose en el oficial los presos intentaron evadirse, pero el marino logró liberarse y fue atacado a tiros, resultando herido. En tal circunstancia -y siempre según los dichos oficiales- la guardia contestó el fuego contra los reclusos y se inició el tiroteo con los resultados conocidos: de los diecinueve reclusos, dieciséis fallecieron y tres resultaron heridos de gravedad.Oh casualidad, la misma noche del 22 el gobierno sancionó la ley 19.797 que prohibía toda difusión de informaciones sobre organizaciones guerrilleras. Ya habían evadido las respuestas a los requerimientos periodísticos cuando de los interrogó luego de conocido el episodio. Por supuesto que esta versión 'no fue comprada' por toda la sociedad argentina y en los días sucesivos hubo manifestaciones en las principales ciudades del país. También se colocaron numerosas bombas en dependencias oficiales como protesta por la matanza.

martes, 31 de agosto de 2010

Nosotros y la mafia de los medios

Por Arturo. M. Lozza.







Escribo estas líneas firmemente apoyado en más de cincuenta años de periodismo sin traición a mis principios. Y desde esa trinchera es que debo decir públicamente que ahora, más que en cualquier otro momento, siento orgullo y profunda satisfacción ante el hecho de que Clarín, La Nación y Papel Prensa comiencen a ser despojados de ese manto de impunidad que les ha permitido conformar, a mi criterio, la más poderosa mafia, que es aquella que no se limita a la defensa de las multinacionales, a promover políticas desde el poder económico sino que, sobre todo, ha apuntado y lo sigue haciendo, hacia lo más profundo: las conciencias, la formación de opinión pública, la imposición de la cultura de la dominación.
Estamos hablando de una mafia cuyo poder se ha cimentado en el terrorismo de Estado y desde ese sitial de privilegio diseminó el terrorismo de la información. Por eso, yo hubiera preferido, sin más trámite, nacionalizar Papel Prensa. De todos modos, se ha enviado al parlamento un proyecto de ley declarándose de “interés público” la producción de celulosa para papel de diario, lo que se complementa con la nueva ley de Medios, con lo cual se ha abierto un debate en torno al papel del periodismo como nunca antes.
Es un debate por la verdad que siempre impulsé desde los distintos medios en donde me desempeñé durante demasiados años, pero que –en buena hora- muchos recién están descubriendo ahora. Y en esta hora, donde por fin estamos librando batalla, ningún periodista debe callar.
Reitero: siento que ahora somos más los que, también en este plano, exigimos justicia. Y yo, como algunos otros, lo podemos exigir desde una trayectoria donde recibimos escasísimos salarios y furibundos garrotazos en nuestra vida laboral para impedir que nuestra voz pudiera siquiera empañar la voz del poder dominante.
Me inicié en el periodismo hace más de cinco décadas y es mucha memoria la que acumulo como militante de las redacciones: diario La Hora (clausurado), Pueblo Unido (clausurado), Soluciones (clausurado), Revista Che (clausurada), Editorial Cartago (clausurada), Distribuidora Impulso (clausurada), Propósitos (varias veces clausurado), Nuestra Palabra (clausurada), Informe (redacción asaltada por un “grupo de tareas” de la dictadura genocida que asesina a uno de mis compañeros, el periodista Román Mentaberry), muchos años pasé cambiando domicilios para despistar persecuciones, muchos años pasé distribuyendo periodismo clandestino y mirando a mis espaldas, he sido víctima de jueces cómplices, conocí cárceles en varias dictaduras y gobiernos civiles “democráticos”...
En esos años pude verificar “en carne propia” lo que significó el monopolio de Papel Prensa a favor de Clarín y La Nación y en detrimento de los que queríamos divulgar otro mensaje, el de la democracia del pueblo, el de la soberanía y la liberación, el mensaje de la unidad antiimperialista.
Ninguna de estas clausuras, cárceles y asesinato divulgaron esos medios que se llenan la boca de “libertad” y “prensa independiente”.
Esa dictadura, por lo tanto, la he vivido, la he sentido en mis entrañas, en mi cotidianeidad.
Han pasado por esa vida periodistas extraordinarios, que han dado la vida por sus principios y por la dignidad en nuestra profesión. Pero además pasaron otros, lo recuerdo bien, que llegaban al ejercicio del periodismo desde posiciones de izquierda, puteando a monopolios y a la censura y que luego, por dinero, se acomodaron a lo que quería Clarín y hoy asoman como columnistas destacados del servilismo informativo de la mafia. Sí, recuerdo cuando desde ese trono donde llegaron alquilándose o vendiéndose, nos trataban de “pelotudos” y de “pobres infelices” porque seguíamos en la difícil, no transando.
Ellos se han traicionado a sí mismos, pisotearon su dignidad, eligieron la mentira del monopolio ¿Qué tienen para dejarles a sus hijos? Sólo herencias materiales y muy poca moral.
Los periodistas, por su condición particular, son propaladores de ideas, son formadores de opinión pública. Papel Prensa, los medios dominantes, el poder político y económico, no me dejaron –a mi y a muchos otros- competir en igualdad de condiciones. Me cerraron caminos durante décadas.
Y por eso hoy me siento bien, creo que es el artículo que he escrito con más satisfacción en mi vida porque comenzamos a darle batalla en escala mayor a esa mafia. De todos modos, falta mucho. Será una pelea durísima, quizás la más dura, porque el Grupo Clarín tiene ramificaciones profundas en todos lados, a nivel político, a nivel judicial y sobre todo en los servicios de inteligencia (nacionales y extranjeros). Pero le hemos abierto una brecha, y ninguno de mis colegas debe quedar al margen: démosle batalla al enemigo principal, el que convierte en “realidad” la mentira que le conviene al poder económico.






martes, 10 de agosto de 2010

El fin de los bueyes gordos

10 de agosto de 1896, huelga ferroviaria.






Crónica de una época en la que una huelga de los obreros del riel se extendió a la industria y puso fin a la quietud conservadora.

Por Arturo M. Lozza


En las postrimerías del siglo XIX se multiplicaba la fiebre inversora de las compañías británicas y más de la mitad de sus capitales llegados a la Argentina iba al negocio ferroviario. Los rieles se expandieron de 2.516 km en 1880 a más de 15.000 antes de que asomara el 1900. Pero mientras en 1880 el gobierno nacional y algunas provincias administraban el 50% de los ferrocarriles, hacia final de la década sólo retenían el 20%, debido a la adjudicación de nuevas áreas al capital extranjero. Asociada al capital inglés crecían aceleradamente las fortunas de la oligarquía. Ya se contabilizaban 22 millones de vacunos y 75 millones de ovinos.
Las aristocráticas familias terratenientes, los Iturraspe, Madariaga, Anchorena, Benberg, Perkins, los Cavannagh, Martínez de Hoz, Menéndez Behety, Santamarina, Bosch, Reutemann, Cobo, Duhau, Gowland, los Lezica, Duncan, Alvear y los Murphy, entre unos más, se aglutinaban en la naciente Sociedad Rural y conformaban con el capital inglés la alianza del poder político y económico.
La “gente bien” enriquecía con la explotación del inmigrante pero no le toleraba trasgresiones a esa masa explotada convertida en clase obrera. El diario “La Capital” del 20 de octubre de 1884 recogía, precisamente, una de las tantas demandas de las damas de la aristocracia y pedía al doctor Somoza, dueño de una línea de tranvías a tracción, que “haga guardar un poco mas de orden a los cocheros y mayorales del tramway” porque diariamente “vemos que los cocheros al tocar la corneta imitan las milongas y otras sonatas del peringundin”.
Por supuesto, llegarían en poco tiempo trasgresiones más importantes, porque comenzarían a organizarse los sindicatos que con sus exigencias de justicia romperían el orden conservador.
Mientras tanto, lo que se celebraba era la fiesta del “buey gordo”, todo un símbolo de “progreso” de las clases ganaderas pudientes: al animal más voluminoso de cada comarca –y no los había más voluminosos en todo el mundo- se lo paseaba por las arterias centrales. Era una ridícula mole de carne y fuerza, que iba recubierto con manto de seda andando en medio de una procesión que partía desde la casa del gobernador y hacia acto de presencia, una a una, en las casas de las más distinguidas familias de alcurnia. Atrás iba la infaltable banda de músicos, luego jinetes emperifollados de platería y, mas atrás, un carruaje portador de banderas de varios países con niñas que repartían flores entre el gentío. La farándula era algo así como la risotada burlona bajo cuyo antifaz se había desatado la más fantástica locura especulativa. Porque allí por donde transitara una locomotora, el suelo se convertía en oro.
El maquinista Carlos Smith, a todo esto, cumplía a diario con eficiencia su honorable función de conductor del principal tren a Rosario, las pitadas de su locomotora iban marcando el ritmo de un país llamado “granero del mundo” pero que ya empezaba a hablar de huelgas, huelga de tipógrafos, panaderos, peones, aguateros… Smith no era parte de esa rebeldía, se sentía seguro sobre la mole de hierro y no entendía mucho de paros y de demandas obreras, hasta que un maldito día se le cruzó un transeúnte en el cruce de vías. Cuando accionó el freno, ya entre las ruedas y el eje delantero yacían los restos de la persona que se había atrevido a quebrarle el ritmo al ahora angustiado Smith, a quien, por haber atropellado al infeliz, lo condujeron detenido a Buenos Aires. Y quiso el destino que su detención provocara la primer huelga que haya conocido hasta entonces la historia del ferrocarril. Todos los maquinistas de la línea se solidarizaron con Smith, paralizaron el servicio del Ferrocarril Central Argentino, los cargamentos de cereal no llegarían al puerto. “Si el compañero Smith no es liberado, no habrá trenes”. El maquinista recuperó la libertad, pero la huelga –que se prolongó por tres días- no se levanto hasta que fue trasladado nuevamente a Rosario y elevado en andas por sus compañeros. La empresa Ferrocarril Central Argentino, de capital Ingles, conoció por primera vez la fuerza de los trabajadores en Argentina, a tal punto que debió fletar un tren especial a Rosario, exclusivo para Smith quien, sin haberlo pretendido, se había convertido en el principal protagonista del primer triunfo sindical de los trabajadores del riel. Ese sería, sin embargo, solo un preaviso…
Llegaron años muy agitados. Dejaron de festejarse a los bueyes gordos. Los radicales de Leandro N. Alem protagonizaban fracasadas sublevaciones. El conflicto fronterizo con Chile amenazaba con la guerra, y los “nacionalistas” de la oligarquía proponían que el general Roca asumiera otra vez la presidencia porque –decían- si había exterminado a la indiada, bien podría hacer lo propio con los chilenos. Corría 1896. Gobernaba José Evaristo Uriburu. Alem, líder popular y de las sublevaciones, se pegaba un tiro. La epidemia de fiebre amarilla hacía estragos, y desde Cardiff llegaba al puerto de Buenos Aires un cargamento de 4,768 toneladas de carbón inglés para alimentar locomotoras.
El poder respondía habitualmente con represión a las demandas, pero los trabajadores de los distintos oficios, en su mayoría emigrados de Europa, se iban templando en los enfrentamientos, unos victoriosos y otros derrotados.
Por primera vez la pelea de un gremio, el de los yeseros, lograría la jornada de 8 horas y aumento de salarios. Se avecinaba el turno de los ferroviarios.
Todo comenzó en los talleres de Tolosa del Ferrocarril del Oeste (cerca de La Plata), que era, con el de Solá, los más grandes de Argentina. Como se estilaba hacer, sus 700 obreros calificados y los peones presentaron un petitorio reclamando la implantación de las ocho horas de trabajo sin modificación de los salarios, la supresión del trabajo por pieza, la anulación del trabajo en los días domingos, y el pago doble de las horas extras, que debían realizarse sólo en casos excepcionales. La respuesta de la empresa fue una rotunda negativa. En consecuencia, el 10 de agosto de 1896 los principales referentes de la demanda subieron a la gran mesada giratoria de locomotoras y desde allí, dominando el perímetro de los 22.000 metros cuadrados del galpón principal, llamaron a asamblea y entre proclamas se convocó al inicio de la huelga.
Las patronales británicas pidieron represión, hubo un desmesurado despliegue de fuerzas policiales y la respuesta se dio en una nueva asamblea: mantener el paro y pedir solidaridad a todos los talleres ferroviarios de la República.
Los primeros en hacerse eco del llamado fueron los ajustadores de los talleres de Caballito, pero ¿qué harían los de Talleres Solá? El 13 de agosto sus 1.000 trabajadores votaron en asamblea un petitorio como el de Tolosa. Otra vez la negativa de la compañía británica y Solá paralizó los talleres. La huelga asomaba con fuerza. De una estación a otra, en morse, los ferroviarios trasmitían el estallido de la lucha y proponían la adhesión. (Cuando se reconstruya esta historia en profundidad, seguramente habrá que hablar de esas trasmisoras como vehículo de solidaridad obrera a través de las enormes distancias).
Hasta entonces, la mayor adhesión llegaba desde los talleres ya que el conflicto se había extendido a los de los ferrocarriles Sur, Oeste, Buenos Aires y Ensenada, Central Argentino, Buenos Aires y Rosario, Rosario y Pacífico, Santafesino, Central Norte y Córdoba. Se sumaban los ferroviarios de talleres Quilmes, Junín y Rosario; paralizaron tareas los cambistas de La Plata y Tolosa y las cuadrillas volantes o “golondrinas” de esta localidad.
Y fue que desde el segmento de los servicios ferroviarios la lucha se empezó a propagar hacia la industria. El 15 de agosto se plegaron las fábricas siderúrgicas privadas de Bosch, Shaw y Fénix -fundiciones que hacían trabajos para los ferrocarriles-, también adhirieron los obreros del Frigorífico La Negra, los astilleros La Platense, los trabajadores de Alpargatas de la calle Defensa en la Capital, junto a operarios de los talleres de tranvías, los carboneros de Almirante Brown, Casa Amarilla y Constitución.
Cuentan las crónicas que las asambleas determinaban petitorios y designaban comisiones para conectarse con todos los sectores. Las patronales requirieron del gobierno una actitud más dura, porque tamaña trasgresión al orden establecido se les estaba filtrando de las manos. Ya no era simplemente la corneta del tranvía que imitaba milongas del peringundín: esos agitadores le estaban disputando ganancias al capital inglés.
Es que ya sumaban más de 20.000 los trabajadores en huelga general. Lo del maquinista Smith había quedado a la altura de un poroto.
En ese agosto de 1896 no había organización nacional ferroviaria, pero los trabajadores hacían oír su voz masivamente y con decisión organizativa porque pensaban, ya entonces, en un futuro diferente.
Las patronales abrieron el registro para tomar nuevo personal. Colocaron avisos en Génova, Italia, proponiendo trabajo en Argentina.
A raíz de que existía un Comité de La Internacional –que ya en 1890 había convocado a movilizarse los 1º de Mayo- la mayoría de los trabajadores genoveses, enterados de la lucha de los obreros del riel en nuestro país, rechazaron la oferta para no carnerear. Otros, sin embargo, aceptarían empujados por el hambre.
Los huelguistas de Tolosa comenzaron entonces a combatir a los carneros, a los “crumiros” rompehuelgas –así los llamaban-, y a las asambleas, movilizaciones y luchas callejeras se le sumaron las acciones de sabotaje.
Hacia finales de agosto se adhirieron nuevos sectores: los obreros de Bragado, Burzaco, estación Las Flores y la fundición El Carmen. Las mujeres alpargateras de la fábrica La Argentina estaban en huelga y asamblea permanente. En Barracas al Norte, las “principales fábricas han apagado sus fuegos” –decían las crónicas- por no tener un solo hombre que les trabaje. Según informó “La Nación” esos días, en ocho establecimientos los empresarios cedieron ante las demandas y mejoraron las condiciones laborales.
Para unificar y dirigir el conflicto, las aún escasas organizaciones sindicales constituidas de ferroviarios crearon un Comité Mixto integrado por huelguistas de los diferentes talleres, pero el desgaste era enorme. Sin salarios y bajo terribles carencias, los obreros fueron cediendo.
El último reducto fueron los talleres Solá, donde 3.500 obreros y sus familias sostenían la lucha para impedir el ingreso de rompehuelgas. El anuncio de la inminente llegada de 500 obreros italianos contribuyó a debilitarlos. Luego de tres meses de resistencia, se perdía la batalla.
La patronal exigía al gobierno expulsar al elemento extranjero que producía estos levantamientos. Esto se concretaría seis años después con la sanción de la ley 4144, de Residencia, que posibilitó la expulsión de grandes dirigentes sindicales y políticos.
Estas historias de ferroviarios fueron recopiladas en libros de Plácido Grela, Sebastian Marotta, Juan Carlos Cena, Mario Gasparri y en otro de mi autoría.
Las represiones contra los trabajadores llegaron a niveles sangrientos. Aparecieron los contingentes de la denominada Liga Patriótica, una fuerza de choque “nacionalista” organizada por la oligarquía para asesinar y romper los movimientos de protesta.
Esta era la Argentina del Centenario, la de los “bueyes gordos”, la que Biolcati alabó al inaugurar la última exposición de La Rural. Es una Argentina a la que no queremos volver, y a la que queremos liberada y sin oligarcas. Porque somos los herederos de aquellos huelguistas
que mostraban, ya hace más de un siglo, que la clase obrera pasaba a ser una de las principales protagonistas de nuestra historia y que no aceptaba las sumisiones.


Los talleres de Tolosa



Bajo la dirección del ingeniero Otto Krausse, las obras de los Talleres de Tolosa fueron inauguradas en 1887, en el 30 aniversario del primer ferrocarril argentino. Constaban de una serie de instalaciones con una superficie de 22.000 metros cuadrados. Poseía mesa giratoria, galpón radial de locomotoras, playa de vías, abastecimiento de agua y generación de vapor y electricidad, depósitos e instalaciones complementarias. Su capacidad de guarda era de 24 locomotoras y 90 coches de pasajeros. A fines de la década del 40, funcionó allí la fábrica de locomotoras que, bajo la conducción del ingeniero Livio Porta, comenzó a gestar, junto a trabajadores, técnicos y profesionales, la construcción de la primera locomotora a vapor argentina. En Tolosa nació la máquina cuatro cilindros “Presidente Perón”, que luego fue rebautizada como “La Argentina”. La máquina estaba dotada con elementos técnicos de avanzada, posibilitaba la utilización del carbón de Río Turbio con enormes economías y su puesta en marcha originó una revolución en el mundo ferroviario.
Sin embargo, llegaría el Plan Larkin del Banco Mundial y en 1958 la fábrica fue totalmente desmantelada.